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Una vez que aprendí todo lo que sé,
filosofía, etnología, teología y geología,
empecé a valorar mi ábaco.
Acabo de contar 10 veces, hasta treinta,
y sigo: trigésimo primero, trigésimo segundo,
trigésimo tercero... para qué seguir si ya sé
trigésimo cuarto, trigésimo quinto...
No vale la pena. 34, 35, así lo hace cualquiera.
Aprendí a valorar el ábaco, y después aprendí
a valorar mis conocimientos más a allá de su valor intrínseco.
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