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Tengo en las manos una muñeca de porcelana;
cuando pienses en mí, me dijo mi mujer,
cuando yo esté lejos, peinala con este peine;
y me dio un peine de plástico rosado.
Era de noche
y el pelo de la muñeca parecía tan feo
que, por temor a que el peine, recuerdo de mi mujer,
se rompiera, dejé todo como estaba;
esto pasó así ocho noches seguidas, y cuando mi mujer volvió
y vio el pelo de la muñeca
pensó que no había pensado en ella ni una vez.
A raíz de eso me divorcié, pero sigo con la muñeca.
Me llevé el peine para demostrarle lo que siento.
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