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Dos o tres veces
la verde estatuaria
le hizo señas a la muchacha que miraba,
y no le prestó atención; miraba los racimos que colgaban por detrás,
miraba a su amante que llegaba por el camino en la camioneta,
pero no le prestó atención a la estatuaria,
a su bronce oxidado. El amante
estacionó la camioneta por delante.